La educación: acto político
“El ser humano es, naturalmente, un ser que interviene
en el mundo, en la medida en que hace la historia. Por eso, en ella debe dejar
su huella de sujeto y no simples vestigios de objeto.” –Paulo Freire, Pedagogía
de la Indignación
En Puerto Rico nos puede resultar difícil comprender
que la política, va más allá de las líneas político-partidistas y de los
ejercicios “democráticos” que hacemos cada cuatrienio. Sin embargo, debemos
retarnos históricamente y acercarnos hacia la política, como
elemento indispensable de nuestra actividad humana. Así como el agua es
importante para cualquier ser vivo, como se desprende de la imagen 1, la
existencia humana no puede ser silenciada y añado nunca podrá dejar se der
política y en tanto, la política puede verse tan importante como el agua.
Nuestra coyuntura exige de nosotros, profesionales de la educación
asumirnos como seres sociales e históricos, pensantes, comunicantes,
transformadores, creadores, realizadores de sueños y capaces de indignarnos,
porque somos capaces de amar (Freire, 2006). Les invito a considerarnos capaces
de crear un sistema educativo, que promueva esperanza, estimule la creatividad
y el desarrollo de talentos en la niñez y juventud de nuestro país. Esta
capacidad creadora, debemos contemplarla desde nuestra práctica pedagógica como
un imperativo ético, político y profesional.
¿Política y educación?
Sin ánimos de entrar en los orígenes griegos del
término y en su posterior evolución teórica, entendamos la política como
conjunto de posturas que se asumen en relación a la actividad humana,
entiéndase económica, cultural, ambiental y sobre todo educativa. Paulo Freire,
famoso pedagogo Brasileño, reconocido internacionalmente por su pensamiento
transformador y liberador de la educación, definió el proceso educativo
como un acto de conocimiento y como un acto político, que tiende a la
transformación de la humanidad, y de su realidad (Varela & Escobar,
1999). En la cita que acompaña esta reflexión, Freire expone la
naturaleza humana de nuestra intervención en el mundo. Intervención que se da
desde el mero hecho de existir, donde la actividad humana incide en todo y en
todos. Ese sentido de intervención ¿acaso es ajeno a lo que ocurre entre la
relación educador-educando? O ¿entre la relación ciudadano-Estado? O
¿individuo-sociedad? Pues claro que no es ajeno. Freire afirmó que ante
la no neutralidad de la educación, es preciso que la
educador/a asuma su identidad política y viva coherentemente en relación a ella
(Freire, 2004, pág. 94). Entiendo por no neutralidad de la
educación, que nuestra práctica pedagógica no es ingenua. Estemos o no
conscientes transmitimos una serie de valoraciones, culturales, políticas y
económicas, que presentan nociones sobre la dignidad y respeto hacia la
humanidad, como conglomerado diverso.
Precisamente, Freire en la primera carta de su libro
“Cartas para quien pretende enseñar” es enfático en pronunciar, que debe
existir un sentido crítico en el enseñar; además, de una capacitación y
análisis crítico de la práctica pedagógica (Freire, 2004, pág. 29). Enseñar nos
exige rechazar cualquier forma de discriminación. Nos señala Freire en
Pedagogía de la Autonomía que: “La práctica prejuiciosa de raza, clase, género,
ofende la sustantividad del ser humano y niega radicalmente la democracia.”
(Freire, 2006, pág. 36). Porque intervenimos en el mundo, se hace necesario que
asumamos nuestra identidad política y la cuestionemos a la luz de nuestras
acciones. En Puerto Rico a mí entender, tenemos una gran carga histórica, la
carga de la identidad política. Muchos en el país podrían afirmar que vivimos
en una democracia, tal vez por los “derechos” y “garantías” constitucionales o
porque tenemos un sistema de elecciones representativo cada cuatro años. Pero
¿cómo realmente ejercemos nuestro poder político? ¿cuánto de real tienen
nuestros “derechos” y “garantías”? Todos estos cuestionamientos se reflejan en
nuestra práctica pedagógica, porque estamos inmersos en un contexto, y en una
lectura previa del mundo.
Me refiero a la lectura, como vehículo y herramienta
para comprender lo que nos rodea. Es urgente que en nuestra identificación
política, sepamos comprender las leyes, políticas institucionales o normativas
que delimitan nuestro quehacer pedagógico en el actual sistema público de
enseñanza. Freire nos invita a una lectura auténticamente, asumiendo
frente al texto curiosidad y procurando la comprensión de lo leído, para con
ello dar paso a la construcción de un conocimiento que nos acerque más a los
educandos y nos aleje del ejercicio inútil de la memorización.
Preguntar en favor de quién y de qué diseñamos
normativas jurídicas, ambientes escolares y realizamos la programación
curricular. Dado que enseñar como aprender, llevan consigo un
sentido crítico, como profesionales de la educación nunca paramos de aprender,
y de estudiar. Nuestro estudio debe estar comprometido con la comprensión más
exacta y con el acto de arriesgarnos a crear (Freire, 2004). Al
comprender la lectura de nuestro mundo inmediato -la escuela y salones de
clases- debemos evaluar cómo desarrollamos nuestra tarea como educadores. ¿Qué
tipo de maestras somos? ¿Qué tipo de maestros somos? ¿Cómo nos perciben
nuestros estudiantes? ¿Cómo los percibimos a ellos? Nuestra opción política
como educadores debe resaltar el derecho de los educandos a ser escuchados y su
derecho a la participación y la acción.
Sería prudente que los educadores asumiéramos una
postura democrática, a través de la cual minimicemos la distancia entre nuestro
discurso y la práctica. La postura democrática ante la educación nos permitirá
hablarle a los educandos y a la misma vez hablar con los ellos. De esta manera,
el diálogo sobre los contenidos y aspectos cotidianos de la vida, se convierten
en elementos valiosos para el proceso de enseñanza-aprendizaje. No podemos
pretender que nos escuchen, si no los escuchamos; debemos creer en nuestros
estudiantes, para que ellos crean en nosotros. No podemos llamarnos democráticos,
si les impedimos a nuestros estudiantes el derecho a hablar, de tener voz, de
hacer su discurso crítico; y mucho menos si no nos comprometemos con la
lucha por la defensa de ese derecho, suyo y nuestro (Freire, 2004).
Las palabras de Freire continúan vigentes,
debemos reflexionar siempre sobre lo que hacemos como educadores, sobre cómo
intervenimos en el mundo. Por eso la necesidad de que la escuela se transforme
y comience a reflexionar sobre ciertos “gustos democráticos” como: escuchar y
respetar a los otros, un gusto por la pregunta, la crítica, el debate y la
discusión (Freire, 2004). Imaginemos por un momento, una escuela
abriéndose, asumiendo una pedagogía de la denuncia y la propuesta, para
disminuir la distancia entre el decir y el hacer; porque la fuerza política
democrática de los educadores estimula la construcción del conocimiento y la
transformación de la realidad autoritaria, racista y machista; por una centrada
en una ética universal de respeto a la dignidad humana.
Freire (2004, pág. 102) nos insta:
“Como
educadoras y educadores somos políticos, hacemos política al hacer educación. Y
si soñamos con la democracia debemos luchar día y noche por una escuela en la
que hablemos a los educandos y con los educandos, para que escuchándolos podamos
también ser oídos por ellos.”.
Como educadores puertorriqueños somos políticos,
hacemos política al hacer educación y nuestra responsabilidad es asumir la
defensa de los derechos de voz y participación de nuestro colectivo magisterial
y de nuestros queridos compañeros estudiantes. Un ejemplo para iniciarnos en el
proceso de lucha magisterial y pedagógica, es hablarle a los educandos y
con los educandos. A través de un diálogo que nos permita conocer qué les
preocupa, a qué aspiran, cómo prefieren aprender y cuáles son sus modalidades
de expresión, entre otras cosas nos ayudará a construir ambientes escolares
dialógicos. Para esto la construcción de inventarios de intereses y
cernimiento, de alguna manera nos ayuda a reafirmar nuestra inserción en el mundo
–la escuela- proveyendo espacio para la transformación, permitiéndonos entrar
en contacto y en el contexto de nuestros estudiantes. Algunos principios para
la creación de ambientes escolares dialógicos pueden ser: diálogo igualitario,
inteligencia cultural, transformación, creación de sentido, solidaridad,
igualdad de las diferencias, entre otras (Escuela Abierta de Feminismo).
No tenemos que esperar que ocurran grandes cambios
sociales, para comenzar a trabajar en pos de radicalizar la educación, con el
propósito de diferenciar nuestra práctica, para de esta manera resaltar las
diferencias y desarrollar las potencialidades de todas y todos, sin importar
las etiquetas o estigmas sociales. Les propongo entonces, radicalizar la
educación, para radicalizar la sociedad; trabajar por una educación más justa e
igualitaria, para crear una verdadera sociedad democrática.
Referencias:
BID (s.f.). Metodología para la formación. Aprendizaje
dialógico [Artículo]. Escuela Abierta de Feminismo. Recuperado de http://www.escueladefeminismo.org/IMG/pdf/4metodologia.pdf
Freire, P. (2004). Cartas para quien pretende
enseñar. México: Siglo Veintiuno Editores, s.a. de c.v.
Freire, P. (2006). Pedagogía de la autonomía.
Saberes necesarios para la práctica pedagógica (11ª ed.). México:
Siglo Veintiuno Editores, s.a. de c.v.
Freire, P. (1999). La importancia de leer y el
proceso de liberación (13ª ed.). México: Siglo Veintiuno Editores, s.a. de
c.v.
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